Mi comentario

Es mi punto de vista,... igual, parecido o distinto a los demás, es así como expresándolo nos damos a conocer, accediendo a la opinión de los demás, pudiendo llegar a decir, a veces,... no estoy de acuerdo, o,... sí tienes razón.

RUMORES, las armas de la perfidia.

Hay que tener mucho cuidado con el tratamiento que se les da a los rumores. Con frecuencia sólo contienen una pequeña parte de la verdad. Jamás son claros y se deforman al pasar de boca en boca. En principio no son más que habladurías infundadas, apenas una suposición o simplemente un presentimiento. Pero las habladurías, alimentadas por la fantasía, a menudo contienen graves acusaciones que pueden llegar a tener un efecto devastador.
Lo que se cuenta sobre fulanito o menganito, sobre personajes destacados, vecinos o compañeros de trabajo o estudios, posee la desagradable posibilidad de hincharse cuantas más personas comenten, transmitan o metan mano en ello. En las tertulias y pasillos se divulgan los chismes y lo que sólo era un grano de arena, pronto se convierte en una montaña.
Un rumor malintencionado se convierte rápidamente en un "juicio" y la persona afectada es juzgada sin haber sido escuchada y sin presentar pruebas. En la gran mayoría de los casos, los rumores son difamaciones, calumnias, chismes insidiosos, que son las expresiones preferidas de la envidia y los celos. Ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio es el método más utilizado para descargar las propias frustraciones. A menudo son los propios afectados los últimos en enterarse de lo que se les imputa.
Lo malo de este tipo de mentiras, calumnias, chismes dañinos, es que parecen más sólidos y verosímiles a medida que se van extendiendo, porque éste o aquella "es capáz de eso", porque "eso lo sabe cualquiera" o "todo indica que es cierto". ¡¡Hay de aquél que se convierta en víctima inocente de un rumor!!...
Desgraciadamente los rumores son un arma de lo más apropiada para personas insidiosas. Son un veneno maligno y a menudo se extienden a velocidad del rayo y de modo descontrolado.
Por supuesto, hay también rumores que nos gusta creer porque son expresión de una esperanza. Sin embargo, tampoco éstos se deberían divulgar, pues las esperanzas frustradas dejan un sabor amargo.
El mejor caldo de cultivo para los rumores son los miedos generalizados. Es por ello que las peores sospechas y las habladurías insidiosas tienen un efecto especialmente desolador en épocas o situaciones difíciles.
Lo que a diario se supone, adivina o afirma sobre otras personas, peligros o acontecimientos inciertos no es, en la mayoría de los casos, digno de comentario. Una buena cantidad de rumores son lanzados con premeditación, otros sencillamente por diversión, o también con la intención de perjudicar a un contrario o a alguien que nos hace la competencia; es decir, para alcanzar fines en propio beneficio.
Aquél que deforma un rumor y lo divulga, se convierte en cómplice de la maldad o de las malas intenciones de otras personas. El inteligente, por el contrario, es aquél que no participa cuando la olla de los chismes está en plena ebullición, quien muestra indiferencia, de modo que el chismoso no pueda expandir su noticia.
Cuando uno mismo se da cuenta de que es víctima de un rumor, es importante no esconder la cabeza debajo del ala. Ellos sólo hace que disminuya la autoestima y además que los rumores se afiancen. Se impone el pasar al ataque; ello alivia y muestra a los demás que se es capaz de defenderse, que uno no se deja manipular por nada ni por nadie.

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